Estados Unidos debe dejar de acusar a Rusia de los ciberataques o presentar evidencias, pues de lo contrario estas denuncias resultan cuando menos deshonestas. Es la postura de Moscú en el enésimo choque diplomático tras las elecciones que han entregado la Casa Blanca a Donald Trump.
"Hay que dejar de hablar sobre esto o aportar alguna evidencia, en caso contrario resulta ya bastante indecente", ha comentado el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, tras las acusaciones realizadas por Washington sobre los ciberataques.
Esta semana, Barack Obama ha dicho que los supuestos intentos de Rusia de inmiscuirse en la campaña electoral de EEUU con ciberataques tienen precedentes en las prácticas de la vieja URSS.
Esta vez, los rusos optaron por "'hackear' correos electrónicos y publicarlos". El propio Trump y su entorno han tachado de ridículas estas afirmaciones.
El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, calificó de "tontería" los informes sobre la presunta implicación de los dirigentes de Rusia en los ciberataques. Y este viernes el asesor del presidente ruso Yuri Ushakov ha afirmado que Putin ya dio una "respuesta clara" al presidente saliente de EEUU acerca de estos supuestos intentos de injerencia de Rusia cuando ambos mandatarios se vieron en la pasada cumbre del G-20 en China, informa la agencia rusa Sputnik: "Hubo una conversación cara a cara, se debatieron diversos temas; éste también, y por nuestra parte se dio una respuesta bastante clara, que quizás no se inscribía en lo que pretendía explicar Obama".
Putin dijo en su momento que la agitación generada por las filtraciones que siguieron los 'hackeos' era para desviar la atención de su contenido.
La cadena de televisión estadounidense NBC News aseveró el pasado miércoles, citando a dos altos cargos de inteligencia que no identificó, que los ciberataques a la campaña electoral de EEUU supuestamente contaron con el apoyo de las más altas instancias en Rusia, incluyendo el presidente Putin.
Pero el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, asegura que no fue Rusia la que les entregó la correspondencia obtenida por medio del hackeo de los servidores del Comité Nacional del Partido Demócrata de EEUU, ni las cartas del jefe de la campaña electoral de Hillary Clinton, John Podesta.
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